“El
último hereje”
Por Jesús García y Jiménez
Dentro de
nueve años, se cumplirá la fecha de una extraña profecía dictada por Guilhelm
Bélibaste, el último perfecto cátaro quemado por la Inquisición. ¿A qué se
refirió con su vaticinio? ¿Aludía a algo relacionado con el final de los
tiempos? ¿O acaso al advenimiento de una nueva era en la que las religiones
dogmáticas desaparecerán para dar paso a una espiritualidad universal?
Estos son
algunos de los conceptos que el lector de: “El último hereje” (ISBN: 978-84-9030-074-9),
novela histórica escrita por Jesús Ávila Granados (www.jesusavilagranados.es), que la
editorial Círculo Rojo (Almería; tel:
950 938 137) acaba de lanzar al mercado, y que tiene visos de convertirse en un
bestsellers.
Falta menos de
una década –será el 24 de octubre de 2021- para que se cumplan los siete siglos
establecidos por el último perfecto de la Occitania cátara, Guilhelm Bélibaste. En el otoño de 1321
lanzó al viento una frase lapidaria que hizo temblar los cimientos de la
Iglesia oficial: “Dentro de setecientos
años, el laurel reverdecerá”. Instantes después, su cuerpo fue consumido en
la hoguera, prendida en el patio de armas del castillo de Villerouge-Thérmenes,
residencia de Bernard de Farges,
arzobispo de Narbona y señor feudal, bajo la atenta mirada del obispo de
Pamiers, Jacques Fournier –futuro
pontífice bajo el nombre Benedicto XII-, y del inquisidor de Carcasona, Jean de Beaune. Sin embargo, a pesar
del tremendo dolor, de los labios de Bélibaste
no salió palabra alguna de arrepentimiento; al contrario, una entereza ejemplar
que transmitió a sus verdugos, con los ojos bien abiertos. Finalmente, la
salida al viento entre las llamas de una paloma blanca confirmaba las
metempsicosis o transmigración del alma. Bélibaste fue la última víctima de la
barbarie que acabó con el catarismo occitano (de ‘catharoi’, en griego: los puros).
Con Bélibaste desaparecía la iglesia cátara
occitana; después de su muerte, y hasta mediados del siglo XIV, no se envió a
la hoguera a ningún creyente. Detrás quedaba un reguero de sangre y ceniza,
protagonizado por la cruzada papal, primero, y las ejecuciones ordenadas por el
Santo Oficio, después. El escalofriante balance de un millón de muertos nos da
una ligera idea del horrible holocausto que condenó a la que fuera la tierra
más próspera y culta de Europa. Estas informaciones nos han llegado gracias,
especialmente, a las canciones y escritos transmitidos por los trovadores
–trobairitz, en occitano-, quienes, desde mediados del siglo XII, fueron los
transmisores de la historia no oficial del mundo occidental. Muchos de ellos
caerían presos de la Inquisición y, tras terribles sesiones de tortura, serían
asesinados sin piedad por orden de la Iglesia oficial, por apoyar a la herejía.
Bélibaste, hijo y nieto de creyentes
cátaros, nació en 1280 en el seno de una sencilla familia de campesinos y
ganaderos de Cubières, un pueblo del Razès (Aude), tierra de ancestral
tradición cátara que, a pesar de la cruzada albigense y los esfuerzos católicos
por erradicar la herejía, había logrado mantenerse en la clandestinidad,
gracias a las prédicas de los hermanos perfectos Autier.
Bélibaste, en 1305, por intereses del
arzobispo de Narbona, que ansiaba apoderarse de las tierras de pasto para sus
ganados, fue víctima de una trampa y resultó acorralado por varios matones a
sueldo del arzobispo. En contra de su voluntad, y en defensa propia, hirió de
muerte a uno de ellos, logrando escapar a través de la zona que mejor conocía:
las montañas. Se puso precio a su cabeza y fue perseguido sin tregua por toda
Occitania. Y es en este punto, en donde Jesús
Ávila muestra sus dotes de gran profesional del arte literario, para meter
al lector en la piel de Bélibaste,
ultimo perfecto del catarismo occitano, y último “hereje”, para la Iglesia oficial.
La obra,
trepidante de principio a fin, obliga al lector a no abandonar el punto de
lectura, y su corazón late con mayor fuerza a medida que avanza en las páginas.
Hay capítulos que sobrecogen, y obligan incluso a una segunda lectura, para no
perder un ápice del contenido. Los últimos veintiún años de la vida de Bélibaste constituyen, al mismo tiempo,
toda una lección de la historia del otoño medieval, cuando cátaros, templarios,
judíos e inquisidores coinciden en el espacio y el tiempo.
Ya hacía
tiempo que Montségur había sido conquistada por los cruzados y la Iglesia, y
condenada como “la sinagoga del diablo” para los inquisidores; sin embargo, la
fuerza espiritual de este santuario aéreo seguía transmitiendo una luz de
esperanza en los pueblos y gentes de Occitania. Y aún en nuestros días, al ver
cómo, ante la estela discoidal levantada en 1960, en el lugar donde fueron
quemados los últimos supervivientes de la defensa de este castillo, vienen a
leer notas y versos poéticos los seguidores de esta ancestral filosofía de
vida, en justo homenaje a aquellos valientes hombres buenos, cuya religión era
el amor.
“El último hereje”, por lo tanto, se convierte en
una magistral obra literaria que estamos seguros va a sorprender a todos por su
fuerza e intensidad de acción, y, al mismo tiempo, la riqueza de unos
contenidos que trasladan al lector a los conceptos más profundos del catarismo,
incluso a las ceremonias y ritos secretos.
Tres mapas
ayudan al lector a seguir las rutas trazadas por Bélibaste en su desesperada huida; senderos que nos llevan desde
Cubières (Aude) a Sant Mateu (Castellón); en medio, lugares tan escalofriantes
como Rennes-le-Château, sorprendentes
como la cantera de “Els Clots de Sant
Julià”, o terroríficos como el “Muro”
de Carcasona, la prisión más sangrienta de la Europa de los siglos XIII y XIV,
de la que el protagonista logró evadirse; pero para saber cómo lo lograría, lea
la obra…
Jesús García y Jiménez
Madrid, 17 de Octubre
de 2012
|
De izquierda a derecha Jesús García y Jiménez, Jesús Ávila Granados y Francisco Rivero
|