BRINDIS DEL 69
Por Apuleyo Soto Pajares
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ienvenidos a casa del padre que os ama con ternura inigual desde vuestra nascencia. Cumplir años es gratis y ese don no se asume sino con cierto engaño y cierta displicencia.
Un día y otro día se amontonan dolientes y no se puede nunca entornarlos la puerta; entran como furtivos, se apegan a tu cuerpo, te recubren de heridas y ya no tienen vuelta.
Pasan sobre uno mismo silenciosos y cautos, reptan como serpientes con grande diligencia, deterioran la piel que antes era muy firme, se extienden sobre muros y fuertes y fronteras.
Aquí estoy más maduro y también más cansado, pero aun así os espero con la cabeza puesta y el corazón saltando igual que un ciervo en celo dispuesto a ver los nietos y dispuesto a su entrega.
Cazador es el tiempo de lo que amamos y aspiramos, y preferimos que por favor no venga, porque con él las ilusiones vanas torpemente se rompen, enmudecen y vuelan.
Pero viene el cabrón inadvertidamente, y a traición, por la espalda, nos hinca sus espuelas. Hoy te levantas deslomado, mañana ya no sabes que fue fiesta.
Perdonad, no estoy triste, ni quiero pareceros un desguace en el campo de la vida postrera; en verdad es así como la vida toda se sucede a sí misma con presteza.
¡Basta de estupideces de un viejo que es más joven que todos los que pueblan hoy la tierra! Pues son sesenta y nueve años los que me doran, me perfilan, me encanan, y me dan experiencia, vivid vosotros otros tanto(s), como menor disgusto; sea lo que está escrito, sea lo que Dios quiera Aquí paz, buenos vinos, conversación gloriosa y risas, muchas risas, en torno de una mesa.
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